inVISIBLE

A estas alturas del partido, hablar de Paul Auster es hablar de uno de los escritores más conocidos de los últimos 20 años, de un escritor que ha mantenido un estatus de culto a la vez que un relativo éxito de ventas, de un otrora descubrimiento a un autor absolutamente reconocido y reconocible. Sin embargo, después de en mi opinión experimentos fallidos como sus últimas novelas (en especial Viajes en mi scriptorium), es un placer recomendar la última novela de Paul Auster (no sólo de música vive el hombre), Invisible, en la que el escritor neoyorquino retoma de nuevo el vuelo de sus mejores obras (La trilogía de Nueva York, El oráculo de la Noche, El Palacio de la Luna, El libro de las Ilusiones).
No hay nada nuevo en este Auster. Su literatura transcurre por las líneas que nos tiene acostumbrados. Personajes en situaciones comprometidas, personajes matemáticamente definidos, personajes que poco a poco se van introduciendo en un laberinto de incertidumbres, en encrucijadas que marcarán toda su existencia.
Sigue también Auster en esta novela con esa metaliteratura que baña sus últimas obras; sus ya tradicionales historias dentro de historias toman aquí una nueva forma, que esta vez atrapa, con la historia de Adam Walker, contada en tres capítulos (Verano, Primavera, Otoño), cada uno en una persona, que consiguen transmitir distintas sensaciones en función del ardid literario.

Nada nuevo, y sin embargo, todo mejor. Por que con la historia de Adam Walker y su encuentro con un profesor de literatura francés, Auster desarrolla una novela vertiginosa, violenta, morbosa, cruda, que junto con los aspectos meramente narrativos y técnicos, desarrolla temas universales como el bien, el mal, el castigo, la venganza, la verguenza, la violencia, el sexo, los tabús. Una novela que te hace sentir repulsión, emoción, violencia, ira, desconcierto...

Una novela que se abre como hacía tiempo que Auster no lo conseguía:

Le estreché la mano por primera vez en la primavera de 1967.

Una vuelta al gran Auster.